La paradoja de hacerte viejito en un mundo cada vez más moderno

Parte I

La transición de un redactor o cómo pasé de la revista en papel al mundo digital

En 1993 tuve la experiencia entrar a trabajar como redactor al área de Promoción/Mercadotecnia de Reader’s Digest México. La labor de dicho departamento era adaptar formatos de direct marketing, provenientes de otras oficinas globales de Reader’s Digest. Y hacer intentos por convertir a México en una oficina “creadora” de formatos. La verdad de las cosas es que la mayoría del tiempo hicimos traducciones y adaptaciones de sobres, cartas, folletos, volantes, etc. de otros países.

En fin, este preámbulo me permite abrir la puerta a un pasado no tan lejano para ver y compartir con ustedes cómo han cambiado las cosas en poco tiempo.

Antes

La base de la operación en aquellos tiempos estaba en el coreo directo. Sí, correo postal. 

Ahora

Ya es un evento raro ver a un cartero en la calle, fundamentalmente las empresas prefieren desde luego los correos electrónicos, así como la publicidad y la promoción de su oferta por medios digitales.

Un cuarto de siglo que ha pasado como un suspiro

Junto con la revista Selecciones, la empresa comercializaba otro tipo de productos (colecciones de música y de videos, libros, novelas condensadas…). 

Antes

Era emocionante recibir la cajota de 5 discos LP, el empaque con 5 cassettes o los videos en estuches formato VHS o BETA.

Ahora

Llegó la modernidad de los cds… adiós a los armatostes. Y más aún, ahora contratas música y tv en línea, algunas cosas las ves gratis en internet o haces descargas muy accesibles.

Para empezar, cuando fui contratado y comencé a trabajar, utilizaba ¡máquina de escribir! De esas de esfera, al menos era eléctrica. Dicho sea de paso, acabo de estar en unas oficinas del IMSS y en pleno año 2019 hay áreas que trabajan con máquina de escribir… ni siquiera eléctrica… impresionanchi.

Pero bueno, al poco tiempo, nos introdujeron al mundo de las computadores, y además Mac (para mí uno de los mejores hallazgos porque con las pc’s yo nomás no). Tal vez ese fue uno de los más brutales cambios. 

Antes

Esa ruda máquina de escribir a la que aporreabas con toda tu furia si algo andaba mal. Era frecuente darle golpazos a las teclas para que imprimieran bien, o porque estabas montando en cólera vs el jefe… o la misma prisa. Siempre anclado a tu lugar de trabajo.

Ahora

Puedes trabajar en una compu de escritorio (pero creo que ese hábito de a veces darle fuerte a las teclas no se ha perdido, ¿será parte de la frustración humana?), olvidamos que son dispositivos electrónicos muy sensibles, y aún así le damos bien duro hasta para poner el punto final. O tienes una portátil, o una tablet y hasta en el celular puedes trabajar. Y puedes moverte.

Todas las oficinas del mundo en Reader’s Digest estaban migrando a Mac. México, sin ser de las más importantes, no podía quedarse atrás y hubo que reaccionar rápidamente, tomar cursos y tratar de resolver dudas como usuario que ahora recuerdo y no sé si reír o llorar por lo ridículas que se ven a la luz del tiempo, pero que en aquel momento eran preguntas casi sin respuesta. Porque además no solo éramos los redactores, sino la gente de diseño gráfico, quienes tenían la encomienda de no parar el flujo anual de promociones y, al mismo tiempo, incorporarnos a algo nuevo. Esa disyuntiva nos hacía parecer bipolares ya que, por un lado, sentíamos entusiasmo pero también rechazo porque todo ese proceso de cambio nos quitaba mucho tiempo.

Pero creo que en general, el cambio a Mac fue muy bien aceptado. Un poco en esa línea de pensamiento, recuerdo lo traumático que era cometer un error. 

Antes

Como redactor, cometías un error trabajando en tu máquina de escribir y era todo un rollo… buscar tu corrector líquido (infaltable y por lo mismo altamente codiciado por otras personas) o tu corrector de papelito. Si era líquido, le pasabas con la brochita y tenías que esperar un rato a que se secara. Si era de papelito, muy pronto se terminaba, parecía una camisa de combatiente revolucionario, llena de impactos, y ahí estabas buscando el último resquicio blanco para darle el teclazo con la corrección. Y ni qué decir del uso y desperdicio de papel. Recuerdo que en una promoción, iba una carta firmada por Ricardo X. Pero este humilde servidor de ustedes escribió “Rucardo”… y así se imprimieron miles de piezas. No me corrieron de milagro.

Ahora

Bueno, tienes hasta la facilidad de que tus aplicaciones (antes les decíamos “programas de computadora”) ya no solo te indican un error y te sugieren la corrección, ¡la hacen solas! Pero también tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, una ocasión en el whatsapp, conversando con una amiga, le quise preguntar “Oye, ¿cuándo comemos?” pero no sé qué cosa habré escrito que el autocorrector lo puso como “Oye, ¿cuándo cogemos?”. No les diré en qué terminó ese candente episodio porque es vergonzoso para mí.

Moraleja: ahora, como antes, hay que seguir fijándose en lo que uno escribe.

Otro momento complicado era cuando había necesidad de hacer cambios. Cambios fuertes: que entrara un producto por otro, que alguna de las pruebas de la estrategia de mercadotecnia sufriera modificaciones, que de un momento a otro el formato cambiara. Había de todo.

Antes

Era verdaderamente caótico hacer cambios sobre la marcha o sobre materiales que ya estaban casi listos para irse a impresión.

Ahora

Es lo de hoy: hacer cambios, dependiendo del comportamiento de tus clientes, la comunicación digital te permite hacer cambios rápidamente si detectas que algo no está teniendo éxito, sea un texto, una foto, un precio, en fin.

También recuerdo el proceso artesanal de elaborar originales mecánicos, con sus camisas y guías de color y todo. De verdad, eran semanas, meses, lo que nos llevaba preparar un lanzamiento.

Sin embargo, esas complicaciones son parte de lo que me tocó experimentar, y de alguna manera fueron forjando un desempeño habituado a trabajar “manualmente”. Porque con la llegada de la era digital y los avances de la tecnología los procesos se fueron facilitando y haciendo más dinámicos… pero no puedo olvidar que aprender al estilo de la vieja escuela hoy todavía me ha sacado a flote en varias ocasiones…

Gustavo Galvan Murrieta

Redactor

Autor

ivan@miradagrafica.com.mx